martes, 13 de agosto de 2013

Al inicio Emma miraba la ventana.

           Al inicio de la tarde...

                                                                       -I-

Al inicio de la tarde Emma miraba por su ventana, esperando la llegada de sus papás. Amaba los pasitos apurados de su mamá que parecían bailar en las baldosas y las grandes piernas de su papá entrando apuradas por la puerta. Sus piernas siempre eran más grandes de lo que imaginaba Emma. Su papá era un gigante fuerte y alto. Su mamá una super bailarina delgadísima y liviana, tan delgada, pensaba Emma, que un aire fuerte podría sin duda llevársela. Absolutamente necesario, entonces, que le diera la mano a papá o a ella, cuando el viento era muy fuerte.

Cuando papá la levantaban por los aires, hacia arriba, podía llegar a lugares que sola nunca podría haber llegado y ver cosas que nunca habría visto. E incluso más, verlas de otra forma.  -Qué raro se ven las cosas desde acá - pensaba Emma. Se imaginaba como mirarían las cosas los pájaros desde más arriba o los peces desde abajo del agua, o incluso los gusanos en la tierra, aunque no le gustaban mucho porque eran blandos y nunca había logrado encontrar sus ojos, por mucho que lo intentara. Seguramente los cerraban para hacerla enojar.

Antes de llegar la tarde, Emma se imaginaba llamando a sus papás en un ritual secreto y mágico.

-Mirar desde distintos lugares, 1,2,3 como lo hace papá.... Bailar 1,2,3 en la baldosas, como lo hace mamá-. repetía Emma.

Pero aún no llegaban. Por qué demorarían tanto.  Por qué tendrían que irse a trabajar, por qué no podían quedarse con ella. Qué más importante que estar todos juntos. Ni siquiera contaba con la suerte de tener un hermanito con el que poder jugar. Se aburría, y los días se le hacían tan largos que a veces le parecía que eran los mismos los que se repetían interminablemente. Salvo los sábados y los domingo, que eran los únicos dos días de la semana que podían planear algo fantástico con sus dos papás, los días le parecían muy lentos.

El sábado y el domingo habían salidas al bosques, visitas a la piscina, partido de pelota y otras cosas entretenidas.

Cuando salían los tres juntos (papá, mamá y Emma) todo era absolutamente diferente y mágico.

                                                                       -II-

Su gran ventana daba a la calle. Era su lugar especial. Porque todos tenemos un lugar especial en las casas. En su pequeño balcón podía vigilar los movimientos de toda la calle. Los movimientos de la vecina que regaba sus flores, los niños que salían y entraban de sus casas, el panadero que pasaba, el carrito de helados, los autos, los perros, los pájaros e incluso sus dos papás. En su balcón permanecía invisible a los ojos de todos, imaginando otros mundos. ¿Cómo sería si todos en vez de caminar tuviesen que bailar para desplazarse, o caminar con las manos (un mundo al revés), o volar por los aires, o volar bailando? Quizás entonces su papá y su mamá no llegarían tan tarde.